Def-. La máquina de escribir es un dispositivo mecánico, electromecánico o electrónico, con un conjunto de teclas (llamadas tipos) que, al ser presionadas, imprimen caracteres en un documento, normalmente papel. La persona que opera una máquina de escribir recibe el nombre de mecanógrafo.
Las máquinas de escribir fueron herramientas indispensables en las oficinas de todo el mundo, así como para la literatura, el cine, el periodismo, el teatro y cualquier actividad que requiriera escribir desde finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX. En la década de 1980 los procesadores de texto para computadoras personales reemplazaron casi totalmente a las máquinas de escribir en los países desarrollados, aunque en otras regiones su uso no se vio afectado por el poco avance de las nuevas tecnologías hasta entrado el siglo XXI.
Los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo en este punto, ya que fueron varios los intentos e inventores necesarios para que, finalmente, pudiera ver la luz la primera máquina de escribir de la historia.
la persona con el que coinciden más expertos como el inventor de la máquina de escribir es Pellegrino Turri en el año 1808. Un mecánico italiano que es considerado uno de los personajes primeros desarrolladores de este ingenio.
Pellegrino Turri pretendía diseñar y construir un dispositivo con el que las personas ciegas pudieran escribir con facilidad.
se conoce que existieron previamente más de 60 intentos o prototipos de máquinas de escribir. Un ejemplo lo tenemos en el modelo creado por el inglés Henry Mill (1683-1771) en el 1714, del que solo se conserva parte de la patente de la máquina de escribir y un escrito de la reina Ana de Inglaterra que dice:
“El señor Mills nos ha comunicado el invento de una máquina para imprimir letras, unas junto a otras o por separado, mediante dicho invento se puede plasmar en papel un escrito de forma tan pulcra que no se puede diferenciar de la imprenta”
Después del invento de Turri, en el año 1829 surgió el tipógrafo, un invento del norteamericano William Austin Burt. (1792-1858). Este ingenio, aunque fuera posterior, es considerado por muchos expertos la primera máquina de escribir moderna.
Si se toma como referencia el invento de Turri como el primero suficientemente documentado, la invención de la máquina de escribir fue en el año 1808.
Lo mismo sucede con el invento de Henry Mill, pero verdaderamente existe muy poca documentación y referencias al respecto. Aunque forma parte de la historia de la máquina de escribir y se inventó y patentó en el año 1714.
Napoleón admiraba la habilidad de sus secretarios, alababa a sus escribanos Bourrienne y Meneval, de quienes decía: “Son máquinas de escribir”; a menudo los retaba a escribir tan rápido como él dictaba, y nunca consiguió ganarles.
Parece que la primera persona en utilizar una máquina de escribir fue la condesa italiana Carolina Fantoni en 1808. La condesa era ciega y el inventor Pellegrino Turri construyó para ella un artefacto con el que podía escribir sin tener que confiar sus secretos a nadie, ya que sus cartas de amor eran de tono subido.
Poco después el barón Karl von Drais (1785-1851), que había también inventado un tipo de bicicleta que lleva su nombre, inventó lo que él llamó el piano de escritura rápida: cuatro palancas que escribían dieciséis letras, suprimiendo las que él creía redundantes, unificando sonidos.
Otra máquina de escribir fue patentada por el norteamericano William Austin Burt en 1829 con el nombre de tipógrafo: un artilugio inútil ya que había que pasar el papel a mano porque carecía de dispositivo para correr el papel tras escribir la letra.
Poco después, en el año 1833, el francés de Marsella Xavier Progin creó un artilugio que llamó machine criptographique, del que decía: “Escribe tan rápido como una persona con su pluma”.
fue la máquina de escribir eléctrica la que revolucionaría aquel mundo en 1871. Thomas Alva Edison, con su Edison Electric, intentó aprovechar la electricidad en una máquina de escribir que resolviera el problema de la dureza del teclado, pero no tuvo éxito.
Tampoco lo tuvo el danés Malling Hansen por aquellas fechas, aunque su máquina de escribir eléctrica fue la primera en ser comercializada. El intento de Edison era meritorio, dejaba atrás a la máquina de escribir de madera creada por el tirolés Peter Mitterhofer, pero era igualmente impracticable.
La primera máquina de escribir eléctrica útil data de 1901: la creó el médico norteamericano Thomas Cahill, pero la sociedad formada para su fabricación y venta quebró tras haber fabricado cuarenta unidades, cada una de las cuales se vendió a precios astronómicos: 3.925 dólares.
Un año después la firma norteamericana George Blickensderfer creó su máquina eléctrica, aunque sin constituir una solución definitiva. En 1933 retomó y mejoró la idea R.G. Thomson, creador de la Electromatic, comercializada por IBM, que en 1965 lanzaría la primera máquina de escribir electrónica con memoria y banda magnética, la 72BM, hoy pieza de museo.
Se trata de la composición más famosa de Leroy Anderson, una tonada en la que la máquina de escribir es la absoluta protagonista. Anderson fue capaz de exprimir la máxima cantidad de jugo a una herramienta que, pese a haber sido parte de la banda sonora de las siete temporadas de Mad Men, como instrumento musical tiene un potencial bastante limitado.
No obstante, Anderson no ha sido el único empeñado en indagar en las posibilidades artísticas de este aparato.
El proyecto Public Domain Review guarda entre sus muchas joyas remotas un vídeo grabado en un colegio holandés en 1937 en el que aparece documentado un concurso de dibujos hechos con máquina de escribir. Camellos, niños e incluso figuras humanas en acción son dibujadas con una técnica y una habilidad más que depuradas por toda un aula llena de jóvenes artistas, cada uno, además, con un estilo propio.
Las máquinas de escribir fueron herramientas indispensables en las oficinas de todo el mundo, así como para la literatura, el cine, el periodismo, el teatro y cualquier actividad que requiriera escribir desde finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX. En la década de 1980 los procesadores de texto para computadoras personales reemplazaron casi totalmente a las máquinas de escribir en los países desarrollados, aunque en otras regiones su uso no se vio afectado por el poco avance de las nuevas tecnologías hasta entrado el siglo XXI.

Los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo en este punto, ya que fueron varios los intentos e inventores necesarios para que, finalmente, pudiera ver la luz la primera máquina de escribir de la historia.
la persona con el que coinciden más expertos como el inventor de la máquina de escribir es Pellegrino Turri en el año 1808. Un mecánico italiano que es considerado uno de los personajes primeros desarrolladores de este ingenio.
Pellegrino Turri pretendía diseñar y construir un dispositivo con el que las personas ciegas pudieran escribir con facilidad.
se conoce que existieron previamente más de 60 intentos o prototipos de máquinas de escribir. Un ejemplo lo tenemos en el modelo creado por el inglés Henry Mill (1683-1771) en el 1714, del que solo se conserva parte de la patente de la máquina de escribir y un escrito de la reina Ana de Inglaterra que dice:
“El señor Mills nos ha comunicado el invento de una máquina para imprimir letras, unas junto a otras o por separado, mediante dicho invento se puede plasmar en papel un escrito de forma tan pulcra que no se puede diferenciar de la imprenta”
Después del invento de Turri, en el año 1829 surgió el tipógrafo, un invento del norteamericano William Austin Burt. (1792-1858). Este ingenio, aunque fuera posterior, es considerado por muchos expertos la primera máquina de escribir moderna.
Si se toma como referencia el invento de Turri como el primero suficientemente documentado, la invención de la máquina de escribir fue en el año 1808.
Lo mismo sucede con el invento de Henry Mill, pero verdaderamente existe muy poca documentación y referencias al respecto. Aunque forma parte de la historia de la máquina de escribir y se inventó y patentó en el año 1714.

Del mismo modo, el denominado tipógrafo del americano William Austin Burt fue inventado en el año 1829. Desgraciadamente, al no haber en aquella época nadie interesado en esta patente nunca llegó a comercializarse.
Ni lo largo del XVIII ni siquiera a principios del XIX se pensaba en ella como sustituto de la pluma. La pericia de los amanuenses, capaces de escribir con hermosa letra y rapidez casi taquigráfica la hacía innecesaria.
Parece que la primera persona en utilizar una máquina de escribir fue la condesa italiana Carolina Fantoni en 1808. La condesa era ciega y el inventor Pellegrino Turri construyó para ella un artefacto con el que podía escribir sin tener que confiar sus secretos a nadie, ya que sus cartas de amor eran de tono subido.

Otra máquina de escribir fue patentada por el norteamericano William Austin Burt en 1829 con el nombre de tipógrafo: un artilugio inútil ya que había que pasar el papel a mano porque carecía de dispositivo para correr el papel tras escribir la letra.
Poco después, en el año 1833, el francés de Marsella Xavier Progin creó un artilugio que llamó machine criptographique, del que decía: “Escribe tan rápido como una persona con su pluma”.

Todo aquello no era sino una colección de trastos de ninguna utilidad práctica. Fueron los estadounidenses Cristóbal N. Sholes y su ayudante Carlos Glidden de Wisconsin, los que idearon un modelo de máquina de escribir aceptable.
El artilugio se le ocurrió a Glidden por casualidad; al principio buscaban un modo mecánico de numerar las páginas de libros, una paginadora, y cuando lo lograron Glidden pensó que por qué no escribir también letras. Así nació el primer modelo.
Tampoco lo tuvo el danés Malling Hansen por aquellas fechas, aunque su máquina de escribir eléctrica fue la primera en ser comercializada. El intento de Edison era meritorio, dejaba atrás a la máquina de escribir de madera creada por el tirolés Peter Mitterhofer, pero era igualmente impracticable.
La primera máquina de escribir eléctrica útil data de 1901: la creó el médico norteamericano Thomas Cahill, pero la sociedad formada para su fabricación y venta quebró tras haber fabricado cuarenta unidades, cada una de las cuales se vendió a precios astronómicos: 3.925 dólares.
Un año después la firma norteamericana George Blickensderfer creó su máquina eléctrica, aunque sin constituir una solución definitiva. En 1933 retomó y mejoró la idea R.G. Thomson, creador de la Electromatic, comercializada por IBM, que en 1965 lanzaría la primera máquina de escribir electrónica con memoria y banda magnética, la 72BM, hoy pieza de museo.

A estas innovaciones siguieron la implantación en 1978 de la margarita por Olivetti y Casio, máquinas dotadas de memoria. Y en 1984 la japonesa Matsushita irrumpió en el mercado con una novedad revolucionaria: la máquina que sustituía el teclado por una hoja táctil: se escribe a mano sobre una pantalla. Pero de pocas cosas creadas por la ciencia y la inventiva puede decirse frase tan amarga como ésta: ‘No tiene futuro’.
La máquina de escribir ha hundido ya su proa en el pasado; es Historia. Su fin llegó de repente, fue fulminante. Cuando parecía que ya no era posible llegar más lejos, en ese momento justo llegó su condena a muerte: el ordenador o computadora.
No obstante, Anderson no ha sido el único empeñado en indagar en las posibilidades artísticas de este aparato.
El proyecto Public Domain Review guarda entre sus muchas joyas remotas un vídeo grabado en un colegio holandés en 1937 en el que aparece documentado un concurso de dibujos hechos con máquina de escribir. Camellos, niños e incluso figuras humanas en acción son dibujadas con una técnica y una habilidad más que depuradas por toda un aula llena de jóvenes artistas, cada uno, además, con un estilo propio.
Si regresamos a la actualidad y buscamos obras de arte elaboradas a golpe de tecla, es fácil que nos topemos con el trabajo de Keira Rathbone, una artista londinense que ha hecho de la máquina de escribir su instrumento de creación y lo ha convertido de paso en su seña de identidad. Sus creaciones no se quedan en la composición simple de figuras, son auténticas estampas complejas con gusto por la minuciosidad y el detallismo. Recursos como sombras y degradados enriquecen unos bocetos que van desde el paisajismo de inspiración impresionista al retrato, a veces éste de acabado sorprendentemente realista.




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